ZAD WILL SURVIVE

No dejar la victoria…

“No habrá aeropuerto en Notre-dame-des-Landes”, decimos a menudo, para demostrar nuestra cabezonería, como para hacer de ello una profecía. El 17 de enero, este enunciado estuvo inscrito en mayúsculas en un país entero. Es ahora una frase bien torpe, pero que suscribe un hecho histórico de una envergadura sin igual estos últimos 40 años: la primera gran victoria política de toda una generación. Habrá hecho falta remontarse a la lucha de los campesinos de Larzac para encontrarle equivalente, ante tan rancio presente. Y es una mala comparación, ya que aquí, es contra una sucesión de gobiernos hostiles que hemos ganado, sin que ningún candidato hubiese incluido la retirada del proyecto en su programa electoral. Sin exceso de pacifismo, igualmente, algo que no han dejado de subrayar los cronistas refiriéndose al estatus emblemático de zona “sin-derecho” de la zad y a su obstinada defensa de 2012. Seria erróneo creer que solo las piedras y las barricadas han permitido ganar. Sin embargo es también su uso el que ha hecho de la decisión de Macron algo a la vez tan imperioso y tan duro de tragar. “Ceder la zad a los radicales”, he ahí lo que las editoriales han reprochado al Presidente, ocultando el hecho que un movimiento de lucha entero ha batallado a o largo de medio siglo sirviéndose de todas las formas de resistencia legales e ilegales. Para evitar la humillación, el Estado ha escenificado pues una obra de teatro algo titubeante: de entrada, una mediación, luego un montón de reuniones con los politiquillos locales, y finalmente la pantomima de un desalojo abortado. Todo para hacer olvidar sus amenazas, renuncias, negaciones, para ahogar el “Sí” vencedor de la consulta del 2016 y, a resumidas cuentas, el carácter escandaloso de tal bajada de pantalones. A pesar de estos esfuerzos, el brillo de la victoria chispea en medio de las porquería politicomediática. Ésta no tiene nada más que decir “¡jaque mate!”

Qué bien sientan estas palabras en una época donde todo nos lleva a creer que pelearse es en vano: todos y cada uno lo pueden notar. Su insolencia es proporcional a la presión constante que pesa sobre el boscaje desde casi un decenio, o en el seno de las manis callejeras en las ciudades de Francia. El 17 de enero, llegaron mensajes de toda Europa, demostrando hasta qué punto la experiencia de la zad es emblemática, por el hecho de su duración, de su consistencia, de su capacidad de agregación y de su audacia. Pero lo que nos emociona más aún, fueron los abrazos que nos dieron los ancianos bajo el cobertizo de la Vacherit, aquellas y aquellos que ganaron en Pellerin, Carnet y Plogoff y que levantaron sus vasos brindando por este sano miedo de las eminencias que les previene de construir sus enormes proyectos en este país.

 

en la cuneta del camino.

Aún así, ganar no es simple. Más aún cuando en una voluntad de revancha casi unánime, periodistas, congresistas y empresarios se pondrían de acuerdo en decir que si el Estado debía retirar este proyecto de aeropuerto, hacía falta al menos que esto permitiera en el acto deshacerse de los “zadistas”. Se trataba entonces de presionar en lo que por fin hubiera podido aislar a los ocupantes ilegales de sus vecinos, de sus camaradas campesinos, naturalistas y sindicalistas. He ahí como la delegación del gobierno nos ha obligado a desmontar todo lo que obstruía la D281, bajo pena de una intervención policial inmediata de la que la envergadura permanecería deliberadamente borrosa. Las brigadas móviles estaban estacionadas en los entornos, controlando los vehículos en los pueblos colindantes. Esta injerencia tenía acentos para los menos jocosos, ya que fue la mismísima delegación, en 2013, la que cerró este eje, reabierto inmediatamente por el movimiento. Pero esta ruta no es simplemente un eje, es un símbolo. Cargado de nuestra historia con sus famosas barricadas en zigzag a la par poéticas y caóticas, sus dibujos fijoados en el alquitrán, sus zarzas conquistando el asfalto, sus usos improbables… y los desacuerdos que ésta engendraba cíclicamente entre nosotros. Porque si la ruta estaba abierta a la circulación, tampoco era demasiado fácil tomarla, sobretodo para los campesinos que llegaban a pasarlo mal para hacer circular sus máquinas agrícolas. Ésta generaba por igual angustias y rencores a buena parte de nuestros vecinos, debido a los comportamientos en ocasiones hostiles de ciertos barricadistas, y muchos se resignaron dejándola de utilizar. Anunciada la retirada del proyecto, se volvía imposible continuar defendiendo con fuerza las barricadas de la carretera mientras que los aldeanos se pronunciaban a favor de su total obertura y que una parte muy importante del movimiento estimaba este gesto como necesario para ponerse en posición de mantener una lucha por el futuro de la zad. El Estado ha intentado entonces jugar sobre este punto de discordia para no perder totalmente su credibilidad. Fuimos muchos entonces los que nos dijimos que si no abríamos la carretera, la prometida intervención sería altamente probable. Ésta habría ofrecido al gobierno el relato con el que soñaba: los famosos “50 radicales” pasto de la prensa, al lado de las barricadas, separados del resto de un movimiento que rechazaría tomar partido en ese tema. Acto seguido, tal cosa hubiera podido servir de trampolín para detenciones o desalojos de ciertos habitantes. En los días que siguieron a la retirada del proyecto, el limpieza de la D281 devino el punto nodal alrededor del cual se arriesgaría, por un lado, el estallido en pedazos definitivo del movimiento, o la posibilidad de verlo crecer y perdurar más allá del 17 de enero, por el otro. ¿Debíamos tomar el riesgo de perderlo todo – la experiencia de la zad, una defensa unida de los sitios ocupados, un devenir común con los otros componentes – por un símbolo? Nosotros decidimos en asamblea que no, sin posibilidad por esta vez de llegar a un consenso. Algunos han encajado muy mal esta resolución, y han hecho falta largos debates, terminando a menudo con francas peleas, para finalmente desmontar las dos cabañas construidas sobre la carretera. Una de ellas se está reconstruyendo en un campo contiguo a la D281. Pero las tensiones alrededor de la carretera y de las obras de restauración subsisten.

Aún así, es importante para el futuro inmediato que este desmontaje haya sido la ocasión de renovar una promesa solemne pronunciada por todos los componentes: que si estuviésemos de nuevo en peligro inminente de desalojo, todos se comprometen a venir a rebarricar las carreteras que llevan a la zad. Y eso tan a menudo como sea necesario. Es de esta forma que el movimiento responde altivamente a la vez a sus disensos internos y al poder, para el que la D281 puede servir a su vez de símbolo para enunciar un “retorno al orden”. Símbolo artificial pues la zona sigue estando ocupada, pero con bastante gancho como para que el Estado acepte abrir negociaciones sobre el futuro de los hogares. En lo que nos atañe, retenemos de este difícil episodio una demostración suplementaria de la voluntad de aquellos que no son ocupantes de implicarse para continuar con nosotros después de la retirada del proyecto. Tal cosa no parecía clara en tanto que no era el objetivo inicial siquiera esperado de algunos. Y aún menos cuando las relaciones humanas se crispan duramente. Pero la continuidad de la presencia de estos camaradas marca, más que nunca, el deseo de un futuro común. Este deseo otrora improbable ha tomado cuerpo a lo largo de años de peligros y desafíos compartidos, de obras y de fiestas. Gracias a tantas experiencias sensibles que han trastocado los tópicos de usar y tirar y las fronteras ideológicas de cada componente. Todas llevando al rechazo a resignarse a un simple retorno a la normalidad. No obstante, no hay que considerar este deseo de continuar más allá del aeropuerto como una conquista, sino como un equilibrio frágil del que debemos tener cuidado, ya que éste es el que alimentará ahora la lucha.

Labrar a saco ante nuestro

Aunque no estemos acostumbrados a ganar, la victoria contra el aeropuerto tampoco nos pilló desprevenidos. Nosotros tuvimos ya hace años una intuición fundamental: una victoria es algo que se construye. Así pues, aunque haya constituido una forma de ruptura, lo que ésta pone en marcha estuvo reflexionado por el movimiento desde la interrupción de la operación Cesar. No tenemos por qué inventar en la urgencia eso que queremos sonsacar, el texto de los “seis puntos sobre el futuro de la zad” lo anunció desde el 2015. Fue un desplazamiento fundamental: de una lucha contra un proyecto, pasábamos lentamente a una lucha para perennizar y amplificar eso que habíamos construido sobre este territorio a través del combate. Y desde el 17 de enero, es el horizonte común que compartimos.

Para conseguirlo, podemos desde ahora apoyarnos sobre la legitimidad que nos acabamos de ganar: se ha admitido que teníamos razón. De ello resultan numerosas consecuencias. Por ejemplo, la defensa incondicional de la amnistía para todos los inculpados del movimiento anti-aeropuerto. Aunque también y sobretodo un principio simple: aquellas y aquellos que han permitido que este territorio no fuese destruido son los más aptos para hacerse cargo de él.

El vencimiento de la Declaración de Utilidad Pública el 9 de febrero transforma el estatus de las tierras de la zad. Sobre las 1650 hectáreas de la empresa aeroportuaria, 450 son cultivadas desde hace tiempo por los campesinos y campesinas resistentes que pretenden recuperar sus derechos. 270 han sido arrebatadas a la Cámara de agricultura por el movimiento para hacer de ellas experiencias agrícolas colectivas. Y 530 hectáreas de tierra siguen siendo redistribuidas temporalmente a los agricultores que han firmado un acuerdo amistoso con Vinci. Por este motivo, éstos recibieron compensaciones financieras y algunos incluso obtuvieron más parcelas fuera de la zona. Aún así, ellos continúan cultivando y percibiendo las mismas ayudas institucionales sobre las tierras que han cedido a Vinci, cobrando todo sin renunciar a nada. De ahora en adelante, los más ávidos podrían reivindicar su prioridad sobre futuros contratos y aprovechar las tierras salvadas gracias a las importantes batallas del movimiento para ensanchar su explotación agrícola. Del otro lado, los viejos propietarios en lucha que han rechazado todo acuerdo con Vinci podrán recuperar sus bienes expropiados y elegir darles un uso clásico, o bien más colectivo haciéndolos entrar en una entidad territorial común. La batalla por las tierras se sitúa pues en el corazón de la lucha en los meses venideros, véanse años.

El ardiente desafío que se plantea hoy al movimiento se agarra a la posibilidad de una gestión colectiva sobre la superficie más importante posible y de evitar un riesgo de división. Porque si la superficie de la zad se viera parcelada en demasía, la consecuencia podría ser el fin progresivo de la fuerza común que abunda aquí, al dar lugar a una suma fraccionada de individuos o de grupos persiguiendo cada uno por su lado sus propios objetivos. Imaginamos que los más aislados podrían ser desalojados, y que otros serían conducidos a adaptarse poco a poco dentro de los cuadros económicos que la zad ha bien sabido hacer estallar hasta hoy. Una porción importante de las tierras podría volver a formas de agricultura productivistas y poco interesadas por la adecuación que se ha encontrado aquí entre las actividades humanas y el cuidado del boscaje. Y sobre ellas, de seguro serían las instituciones agrícolas clásicas quienes recuperarían el control.

Es por eso que a partir de esta primavera deberemos continuar ocupando nuevos terrenos e instalar proyectos directamente para doblegar la codicia de los acaparadores y la arrogancia de gobernantes que amenazan con desalojar los espacios habitados desde el 1 de abril.

Es por eso que de la misma forma tenemos la ambición de hacer entrar las tierras de la zad en una entidad nacida del movimiento de lucha. La decisión consistente a darle una forma legal es la culminación de debates entre los componentes del movimiento y la asamblea. Fue la elección que podíamos asumir todos juntos, conciliando los objetivos de unos y otros, manteniendo pues una correlación de fuerzas en el futuro. Esta entidad aspiraría a englobar el hormigueo de la zad para mantener su riqueza, verdadero abrigo bajo el cual los márgenes de invención y de libertad podrían seguir desarrollándose. No sería más que una forma, por supuesto la más coherente posible según nuestros deseos. Lo esencial residirá todavía y siempre en la manera en la que habitamos a la vez esta forma y este territorio.

Esta elección de dirigirse hacia una base legal ha sido para muchos visto como contra-intuitivo, removiendo hasta lo más fondo los principios políticos de buena parte de los ocupantes. Nos ha obligado a preguntarnos seriamente qué es lo que importa. A preguntarnos qué es lo que permitiría aún en el futuro asegurar la perennidad de todas las actividades y de todos los lugares habitados. Estamos seguros de que éstas cuestiones complejas no se resuelven con diatribas desafiantes sobre una supuesta traición de unos o de otros ni por un fatalismo radical sobre los mañanas aseptizados. Nosotros no podemos contentarnos con profecías autorealizantes que predicen que las experiencias de comunas libres terminan siempre y de todas formas aplastadas o reintegradas. De lo contrario, nosotros pensamos que se trata, en este decantarse momentáneo, de discernir lo que permitirá en el mejor de los casos conservar una fidelidad para con las promesas que se han hecho paso a paso sobre el futuro. La apuesta en curso está lejos de ganarse. Ésta necesita una confianza inaudita entre nosotros, entre los componentes de la lucha, las personas. Confianza en nuestros objetivos, en nuestras prácticas, y en el respeto con las que las esgrimimos. Tal confianza es algo raro hoy en día.

Evidentemente, somos conscientes del hecho de que toda legislación comprende riesgos de normalización. Pero lo que contemplamos toma más bien el camino opuesto: crear precedentes que continúen forzando el umbral de aquello que las instituciones pueden aceptar. Esperando así que estos rincones agujereados dentro de la rigidez del derecho francés sirvan por igual a otros en el futuro próximo.

Es porque creemos en esta hipótesis que hemos decidido ir a defender nuestra visión sobre el futuro de la zad ante el Estado en el si de una delegación común agrupando todos los componentes. Mejor ésto que dejar el espacio a tratos separados que invitarían a aquellos que se prestasen a la defensa de intereses singulares y por lo tanto, a veces, divisorios. Tal delegación surgirá de la emanación de las asambleas del movimiento, que continuarán, paralelamente, a llevar a cabo las acciones necesarias para conseguir lo que las negociaciones no asegurarían.

 

De usanzas congregadas

La estufa soldada al calentador de agua no logra templar la atmósfera del gran comedor de la Wardine. Un centenar de personas toma su lugar, algunos en el sofá, otros en un banco. Detrás del círculo, tirando a óvalo, que conforman, las paredes enteramente cubiertas de pintadas remiten a un ambiente más cercano al concierto punk que a una reunión. La pequeña muchedumbre es variada, en edad, en estilo, en modo de vida. Una campesina toma la palabra. Su granja se encuentra a una treintena de kilómetros de la zad, a pesar de ello, cuando habla de sus 1650 hectáreas, podríamos creer que es donde ha nacido y que cuenta terminar ahí sus días. Así habla ella, hasta este punto se aferra a ella.

A menudo decimos “el territorio pertenece a los que viven en él”, para marcar una ruptura con los caprichos tecnócratas del Estado. Aquí, se trata de mucho más que esto. Éste pertenece a un movimiento, no por propiedad, sino gracias al combate.

Y desde la retirada del proyecto, la sala sigue estando siempre abarrotada, llena de esas gentes que no formarán un corazón jurídico, sino real, de lo que llamamos la entidad de nuestra promesa y que lucharán para que las formas-de-vida que se han construido aquí perduren y se profundicen. Éstas últimas reposando sobre un tipo de compartir cuando menos poco habitual.

Si existe en efecto un lugar en el que la posesión del capital no es fuente de orgullo y de valorización, es claramente esta zona. Por cierto, cantidad de cosas son en ella gratuitas, uno puede usar los tractores, las herramientas o los libros sin tener que rascarse los bolsillos. Ésto no significa que no haya, como en todas partes, circulación de moneda. Es su uso el que difiere, junto a su simbolismo: querríamos que pagar no fuera el reembolso fácil de una ausencia de implicación en lo común, una justificación. Si hay un poco de pasta, entonces, es acompañada a la par por una lucha encarnizada y cotidiana contra la lógica económica que querría que cada gesto entrara dentro de un cálculo de valor. De lo contrario, intentamos sustituirlo con nuestros vínculos, nuestros apegos, la confianza y cierto sentido del compromiso. La reciprocidad escrupulosa no se exige, ya que los intercambios no se piensan a escala individual, sino a la del territorio. Si el panadero invita a pan a alguien de la “zad social rap”, no calcula a cuantas estrofas se cifra su harina. La primera linea de contabilidad de los servicios dados no ha estado aún escrita. Evidentemente, nada garantiza que todos jueguen al mismo juego; es a la vez una apuesta y cuestión de equilibrio. La cura dada a la calidad de las relaciones y perspectivas comunes conjura casi mejor la economía que el destierro del mínimo euro…

Es así que concebimos la producción, pero también el espacio: los prados, los bosques, los hornos de pan, los talleres… Como bienes comunes. Tal cosa no quiere decir que todo sea indiferentemente de todos. Aquellas y aquellos que han construido, que mantienen o utilizan regularmente los espacios, proyectándose a años vista, no tienen lógicamente el mismo peso cuando se trata de decidir lo que sucederá con ellos. Su empleo impide que el caos tome el lugar de la propiedad. Paralelamente, el movimiento despliega su inventiva con el fin de que las necesidades de los recién llegados deseando implicarse sean satisfechas. La batalla que se plantea hoy no es únicamente un combate por las tierras, por los inmuebles, sino sobretodo para hacer vivir esta forma de compartirlas, y devolverle con ello un sentido completamente distinto a la idea de trabajo o actividad. Y eso yendo mucho más lejos que sólo las 1650 hectáreas de la zad.

Mañana, no está tan lejos

Ya hace algunos meses, cruzando de lejos el camino de Suez, uno podía oír cantos en vasco, bretón, italiano, occitano, polaco y a veces incluso en francés. Emanaban de las obras de la Ambazada, un cobertizo doble destinado a ser la embajada de luchas y pueblos del mundo entero en la zad. Esta idea nació en el seno de un comité de apoyo vasco, que organizó multitudinarias “brigadas” venidas para participar en la construcción del edificio junto a los ocupantes de la zad. Los grupos podrán pasar algunos días o semanas, hablar de sus combates y organizarse con nosotros, mientras toman algo en el bar. En ella podremos profundizar en la coordinación entre las luchas territoriales que se ha formado el año precedente, y así ser más fuertes, numerosos y organizados ahí donde un proyecto amenace una comarca.

Estas últimas semanas, hemos oído bastante hablar sobre una pacificación de la zad, y de su advenimiento como “zona agrícola alternativa”. Luchar aquí no sería una prioridad sabiendo que el aeropuerto ya no se construirá. Otros dicen que en adelante, Notre-Dame-des-Landes podría convertirse en una base de apoyo material para otras luchas, ya que el frente de combate ha desaparecido. En lo que nos concierne, nosotros preferimos no oponer la idea de frente y retaguardia, porque ambos están aquí íntimamente ligados.

La conjugación de tradiciones ofensivas de campesinos locales con la base que es la zad, ha permitido asegurar una producción consecuente y llevarla hasta los piquetes de huelga en Nantes. Es aún esta hibridación la que llevará su energía hasta el bosque de Bure, el barrio libre de Lentillères, las colinas de Roybon o la causa de Saint-Victor. Igualmente, la fuerza material de la zad (ebanistería, molino, forja, conservería, radio pirata, carpas, sonido, excavadora y semillas) engorda y se constituye gracias al apoyo de agricultores y currelas en lucha. Es indistinguible. Es mucho mejor así. Porque conservar y densificar estos vínculos nos resguarda de un futuro agrícola pacificado así como de una zona radical marginal. Son aún hoy la circulación y el intercambio los que no permitirán un ensimismamiento de la zad. Cuanto más viva curiosa, hospitalaria y aventurera, más su territorio real se extenderá fuera de su perímetro.

Bajo las tejas de pizarra del hangar del futuro, caída la noche, preparamos la zbeulinette, una caravana desplegable contenedora de mil y una alacenas de madera. De aquí en adelante ésta será el vehículo de nuestra presencia en las luchas de Nantes. Cargada de alimentos, de bebida, de música y de libros, desentona un poco en medio de los bulevares hausmanianos. No se trata de una caravana de apoyo, porque estamos intrínsecamente ligados a la mayoría de combates a los que ésta abastece. Mañana, es en la uni que abrirá sus alas. Sobre el aparcamiento, desde el alba, varios grupos desplazan el material necesario para la edificación de barricadas: un anfiteatro de la facultad y la fortaleza del rectorado son ocupados por los estudiantes y menores de edad sin papeles.

Desplegamos nuestros atelajes, sus tablas y su sistema de sonido. Las diez planchas que ésta contiene empiezan a humear en el aire glacial. Las galettes de la zad gozan de gran reputación desde el movimiento contra la ley del trabajo. Los jóvenes se acercan rápidamente, comentando el golpe de muñeca de los cocineros. ¿Sabrán ellos de todas reparaciones de material agrícola, obras colectivas, cosechas y torneros que han hecho falta para que ésta harina se trasforme en crêpes? Da igual después de todo, lo esencial es que el hambre se calma, que el calor penetra en los cuerpos.

No existe en ninguna otra parte del país un lugar como el de la zad, agrupando tantas capacidades materiales dirigidas hacia la lucha. Corazón de una circulación real, también lo es de ideas e imaginarios, hasta de las proyecciones más locas. Los cimientos temporales y materiales que tanto faltan a nuestros combates y que podríamos enraizar los próximos meses permitirían al mismo tiempo dar otra amplitud a las mil actividades que existen en la zad. Y concretizar sus proyecciones. Crear un caserío obrero con nuestros camaradas sindicalistas (¡respetando el estilo arquitectónico de la zad!), hacer de la vida de los habitantes existentes algo a la vez siempre más cómodo y más estrafalario, introducir árboles frutales en todas las cercas del boscaje, constituir un rebaño-escuela para educar en la ganadería, abrir un centro social, un centro de salud, una residencia de ancianos, ampliar la biblioteca, construir un baño turco, hacer entrar las tierras fuera de la zad en la entidad, volver regional o incluso nacional la red de avituallamiento de luchas, dotarse de una imprenta… La lista es larga y con todas las apetencias que nos inspiran estos centenares de hectáreas. También está abierta a las vuestras: las tierras que vamos a ocupar en primavera aguardan instalaciones, sean éstas o no agrícolas.

Hoy, nos cuesta calibrar todos los cambios que la retirada del proyecto engendrará. Una estación acaba de terminar sin que nos hayamos aún volteado hacia la siguiente. Esta nueva temporada, debemos arrebatársela, construirla, inventarla. Y es con nuestros sueños que moldearemos estas metamorfosis.

Los habitantes de los hogares siguientes: la Hulottes, la Moulin de Rohanne, la Rolandière, les 100 noms, Seint-jean du tertre cabanes et ferme, les Fosses noires, la Baraka y Nantes reunidos en el CMDO (Consejo para el Mantenimiento de las Ocupaciones).

¡Nos vemos el 31 de marzo en caso de amenazas de desalojo y en primavera para proyectarse sobre nuevas tierras!

Contacto: et-toc@riseup.net